La vida no tiene el mismo sentido si nuestra intención está puesta en huir o escapar de lo que rechazamos, que si está puesta en sostener un movimiento dirigido hacia lo que realmente queremos, lo que nos inspira, lo que amamos. La inspiración en nuestro camino vital o los valores (como la belleza, la libertad, la paz, la igualdad, etc.) son una fuerza mayor que nos vincula con la vida; es tomar, agradecer y aprovechar la vida “por mí y por todos mis compañeros y por mí primero”, porque es una fuerza expansiva como la luz que se da sin querer, sólo al tiempo que se toma.
La dificultad radica en que la que es claramente una voz, y es una voz insidiosa, es la voz reactiva y defensiva de los mecanismos de defensa del yo individualista, tanto que es arduo hacerle callar. Mientras que lo íntimo y auténtico de nuestro ser es lo contrario que defensivo y reactivo. Es por esto que precisamente lo que es imprescindible es NO REACCIONAR, a no ser con humanidad, para que esa defensividad remita por sí sola al no encontrar adversario; de esta manera no le prestamos nuestra fuerza ni cedemos nuestro poder. Y esto es así porque no reaccionar es la característica inherente a la voz de nuestro ser profundo, ya que no se siente atacado y no necesita reaccionar ante lo supuestamente negativo, pues va en pos siempre del llamado, del sí quiero. De hecho la palabra Satán en origen significaba «acusador» o «adversario», mientras que nuestro ser más hondo es más grande que eso; profundamente inclusivo, su fortaleza reside en abrazar, calmar y reconducir al ego.
A veces tomamos como causa de nuestros estados internos algo externo que en realidad refleja, o sirve igualmente de oponente, de nuevo de representante de nuestras resistencias o mecanismos de defensa. Al ser profundo le servirían también esas mismas condiciones externas pero en sentido completamente diferente, como colaboradores a su causa. De esta manera siempre que percibimos algo como oponente entramos en el dominio del adversario, y siempre que lo percibimos como algo colaborador que podemos aprovechar para el crecimiento, estamos bajo el dominio del ser. Reconocer y desenmascarar al adversario desde el primer movimiento implica así mismo hacerte cargo y atender el propio dolor antes de esparcirlo, atender tu herida desde la compasión, esto es la comprensión, la ternura y el autocuidado, más que desde el compadecerte y lamentarte. Frecuentemente estar ahí para ti como una amistad que acompaña y sostiene tus sentidas carencias es lo indicado, antes que realizar transacciones con los demás sobre la base de carencias tratando de escapar ambas partes de estas carencias, cuando resultarían realmente deshechas por esta fuerza interior que necesitamos más que la ayuda de los demás. La ayuda deja de ser ayuda en lo que podrías hacer por ti mismo/a.
Puedes reconocer en nuestras reacciones de: evitar, distraerte para no ver, apartarte o encerrarte en ti, controlar, dudar o preocuparte, aferrarte, obsesionarte, y también en las compulsiones o compensaciones (dependencias), incluso en la misma búsqueda de puro placer efímero; en fin, puedes reconocer en todas estas reacciones humanas, mecanismos de defensa que son la consecuencia y la causa del miedo, entonces sonreírles en vez de ponernos a la defensiva, comprenderles y agradecerles por vincularte con la condición humana y con el aprendizaje, sabiendo que no son lo que tú eres, sino que son la estructura carcelaria que encierra nuestro íntimo ser. De esa forma se relajarán un poco porque les han pillado, así se irá deshaciendo esa mentalidad y hábito de comportamiento que estructura la personalidad y temperamento del falso yo en el que estamos atrapadas las personas.
La libertad misma es aprender a discernir y mantener la elección de tomar la vida ante estas dos alternativas: la voz de estos mecanismos de defensa que siempre están reaccionando sin dirección propia porque ven una posible amenaza ante la que responder, y la voz profunda del ser, que nunca está a la defensiva, ni presta a reaccionar, porque es la certeza misma de que todo está bien pues todo tiene su momento y su lugar aunque ahora no lo podamos ver. Esta última es la voz del dominio e integración del ser, el reino en el que gobiernas con comprensión y coherencia o unidad, tomando tu camino o dirección propia.