A la capacidad de observar el propio comportamiento humano y generar una consciencia de ti a través de la experiencia, le llamamos desde la psicología autoconciencia. Gracias a esta capacidad de tomar perspectiva y abarcar toda la línea de tiempo, al final todo tuvo su momento y su lugar, si queremos, no en vano. La autoconciencia sería quien realiza el montaje de toda la película y hasta varias versiones de ella.
Toda experiencia puede generar conciencia y la conciencia no nace sino de la experiencia. Crecer en conciencia no es gratuito, sino que la parimos de nuestras vivencias; algo que nunca podrá alcanzar la inteligencia artificial porque no lo vive.
La perspectiva de un camino de vida, nos desafía como toda historia o hilo conductor, a encontrar un tema o varios temas de vida, esto es; “¿qué tesoro quieres recoger de la vida?, ¿con qué te vas a quedar o qué piensas extraer de todo esto?”. El oro escondido en la mina de la vida tal vez sea un poco diferente al menos en apariencia para cada quien porque el sentido lo pones tú. Como decía León Felipe: “Polvo y lágrimas. Nuestro gran tesoro. (…)¿Dónde coloco yo mis sueños y mi llanto para que aparezcan con sentido, sean los signos de un lenguaje y formen un poema inteligible y armonioso?”
Si tu búsqueda ha sido, imaginando que miras desde el final de tus días, o en el nudo de tu historia, por ejemplo la paz, es obvio que para profundizar en ello ha sido necesario partir de la guerra, ahondar en el conflicto; de la misma manera que, si tu historia va sobre valentía y seguridad, es lógico que esta surgiera del miedo, y si va sobre el amor, habría de partir del desencuentro o desamor. Por eso sólo del “pecado” o el tropiezo nace la sólida virtud, experimentada entonces a prueba de fallos.
Si no queremos convertirnos en unos “elitistas emocionales” o “nacis emocionales” (como dirían Sergi Torres y David del Rosario), vivamos todos los matices emocionales de la vida como una experiencia digna de ser vivida, incluso las que están tildadas como sensaciones negativas o como defectos. La narrativa o hilo musical, la vivencia, la aportan todos estos matices emocionales dinámicos. Al resistirte a las fluctuaciones emocionales en tu vida, le restas color y vitalidad. O a menudo cuando te opones a una emoción en particular, de la misma manera que la mente queda enganchada al pensamiento que quiere resistir y lo refuerza así, de esta misma manera conviertes entonces a esa emoción en un permanente sentimiento velado, lo que la hace secretamente más poderosa.
En lugar de resistirte contra esa emoción, puedes conocer tu rencor, miedo, rabia,… y así conocerte, diciéndote: “si no conociera el miedo, no conocería la valentía”; “si no conociera esta rabia o este enfado, no conocería el estar en paz verdaderamente”; “si no conociera el rechazo, no conocería la profunda aceptación”; “si no conociera el abandono, no conocería la implicación real”; … La sed pide el agua como el hambre pide el alimento y nos lleva al camino hacia tomar el oro. Piensa a lo grande para contrastar el enganche de tu mente a ese sentimiento o emoción: “Bienaventuradas las personas en guerra porque ellas comprenderán en toda su dimensión la verdadera calma y la paz.” “Alabadas las personas rencorosas porque ellas conocerán el auténtico perdón.”
Todo duerme hasta que tú le des vida, dejándole entrar en la tuya, dándole un sitio, un sentido en tu vida. Todo duerme hasta que tú le des llama de tu llama, espíritu de tu espíritu. Toda experiencia cae al alma y esta viajera la acoge como un regalo; es como el rey Midas que convierte así todo en oro. La vida está esperando como el instrumento “en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada”, y en ella duerme encerrada la música, la armonía, el sentido que sólo tú has de tocar.