¿Qué es la libertad? ¿Hacer lo que apetece sin más; ir de una manzana podrida a otra manzana podrida? ¿La libertad es compatible con verderse o venderla? ¿Hay miedo a la libertad porque no nos sería cómoda? ¿Implicaría la libertad responsabilidad y qué clase de responsabilidad? ¿Qué es el libre albedrío, puede ejercerse desde la inconsciencia, desde los hábitos y las reacciones automáticas, o habría de ejercerse desde el pensamiento activo y creativo?, ¿qué nos dará mayor libertad? ¿La libertad implicaría entonces no depender de nada ni de nadie? ¿Cuáles son las cárceles de las que liberarnos? ¿Se puede ser feliz mientras mantienes dependencias cuando una dependencia se caracteriza porque nunca es suficiente?
¿Qué es entonces la libertad, y para qué? ¿Una vida plena, de éxito, está compuesta por una sucesión ininterrumpida de sensaciones agradables?, ¿o se consigue cambiando la manera como comprendemos y afrontamos la existencia?
Si hay alguna manzana que no esté podrida, no está detrás, en el pasado, sino delante; porque «lo conocido es tu cárcel». Porque ¿qué vemos del mundo y de nuestro propio ser?, ¿algo diferente al pasado? De todo el potencial que no llega a ser consciente, sólo vemos una ínfima parte de formas con las que nos identificamos según las experiencias ya vividas y en las que nos encorsetamos. Como si del agua nos quedáramos con la forma del vaso en la que está ahora, lejos del tesoro del potencial de lo inconsciente que no llega a manifestarse, seguimos con la programación de supervivencia biológica y del ego o identidad, que sirvió en algún momento, ahora es una trampa que nos mantiene en lo conocido: el pasado. Pasamos a ser, si no una copia de los demás, una copia de lo que fui. ¿Es eso la libertad? ¿Y hay consciencia en esta forma de pasar por la vida y por lo tanto libre albedrío consciente?
Por eso la libertad no es cómoda, no es cómodo abrir brecha, no resultará cómoda la consciencia y la libertad, ya que supone responder de ti y ante ti. ¿Pero el confort es la felicidad? ¿Tu vida, tu ser, es valioso en sí mismo o lo cambiarías por cualquier confort?
La libertad entronca directamente con la autenticidad, con poder ser realmente tú, es decir, con la coherencia personal o integridad, y para eso es necesario desarrollar el potencial de todo lo que somos siempre en desarrollo, a nuestro ritmo, sin juicio y sin culpa, sino con los siguientes requisitos:
– Convertir lo inconsciente en consciente: por ejemplo conectando contigo a través de las sensaciones en tu cuerpo, o también abriéndote a la otra lógica simbólica del inconsciente, a la lógica onírica, a lo que sale de ti cuando te expresas libremente y cediendo el control consciente en actividades de expresión como entregándote en el dibujo, la música, la escritura, a vivir la naturaleza, etc.
– Autoconciencia de ti: Observarte, aprender a enfocar y sostener la atención para pasar del pensamiento reactivo (que es cautivado aquí y allá por la estimulación externa más llamativa), al pensamiento activo-creativo, con iniciativa y dirección, aunque ésta se dirige más bien hacia un horizonte abierto a nuevas posibilidades.
– Desarrollar una auto-responsabilidad, de no ser una víctima sino hacerte cargo de ti y responder ante ti, dentro de las propias posibilidades en el paso que nos toca e ir aprendiendo a auto-regular tus estados.
– Transformar tus hábitos creando nuevas formas más flexibles, abiertas y conscientes de conducirte.
Puesto que tus pensamientos, y por lo tanto tus interpretaciones y percepciones, se convierten en hábitos que crean tu conducta y tu experiencia, tu libertad va a depender de tu capacidad de observación, es decir, de atención sostenida, para poder modular estos pensamientos y liberarte de tus cárceles. Si cultivas la auto-observación como una semilla, desarrollarás de forma natural tus potenciales, madurarás lo que eres, lo que llevas dentro.
Para practicar y entrenar esta observación de tus pensamientos, estados interiores, emociones y sensaciones corporales, es recomendable recordar que eres más que esos pensamientos, emociones y cambios corporales que vienen y van, y que te fijes en ellos con sana curiosidad como quien explora un juego, sin juzgar (“es interesante en lugar de bueno o malo”). Tanto en momentos que dediques expresamente a ello, con los ojos cerrados, como a lo largo del día en tus actividades cotidianas, puedes usar las siguientes claves:
1. En dónde pones la atención y cómo se agranda eso.
2. Cómo lo conocido es tu cárcel, la trampa de la familiaridad (de creer que ya sabes todo), en lugar de eso practicar la exploración desde el “no sé”.
3. Observa cuando se trata de pensamientos reactivos o pensamientos activo-creativos; los primeros son los esperables y los segundos son más originales, como algo discurrido para el momento.
4. Detecta su enfoque, si se refiere a algo particular o universal; parcial o global; sobre lo efímero y transitorio, o sobre lo perdurable; superficial y banal o esencial?
5. Mueve tu conciencia entre ambos enfoques, contrasta un tipo de pensamientos y emociones con otros; contrasta lo parcial, transitorio o banal, con lo universal, perdurable o trascendental, para llevarte a pensar a lo grande, actuando en lo particular pero vislumbrando su sentido global.
6. Enfócate sobre los grandes temas de tu vida: ¿el amor?, ¿la libertad?, ¿la belleza?, ¿la verdad?, ¿la paz?, …
7. Observa que si amplías el foco de la atención y tienes una perspectiva cada vez más amplia y abarcadora (como cuando superpones todo lo que ves, todo lo que oyes, todo lo que sientes…), todo empieza a colocarse y cada cosa tiene su lugar o su momento.
¡Buena práctica!
