Relaciones tóxicas y cómo sanar las relaciones de pareja

Persona reflexionando frente a un espejo o meditando en un espacio tranquilo, simbolizando la sanación interna.


El concepto de “pareja” implica ir a la par como compañeros, aunque a menudo observamos grandes asimetrías en las relaciones. La estabilidad y salud de la pareja dependen, en gran medida, de esta idea de compañerismo afectivo. Este compañerismo es en buena parte un comportamiento aprendido, que puede no haberse adquirido pero puede aprenderse.

¿Qué son las relaciones tóxicas?

Las relaciones tóxicas son vínculos en los que, en lugar de compartir y enriquecernos mutuamente, se termina generando malestar, dependencia, sufrimiento o confusión. En este tipo de relaciones se pierde el equilibrio entre dar y recibir, y una o ambas partes pueden experimentar desgaste emocional, manipulación, falta de libertad, control o anulación.

Este tipo de relaciones impiden el crecimiento personal y refuerzan heridas emocionales antiguas, a menudo inconscientes. Aunque parezcan «intensas» o «pasionales», se basan más en carencias que en el verdadero amor. Puedes sanar estas carencias y disfrutar realmente el amor.

Pareja distante sentada en un banco con espacio vacío entre ellos, simbolizando desconexión en una relación tóxica.

Causas de las relaciones tóxicas en la pareja

Patrones de comportamiento aprendidos

Frecuentemente lo que hemos aprendido son patrones contrarios al equilibrio en la pareja. Este aprendizaje se realiza de forma inconsciente desde la infancia a partir de modelos que observamos, las atribuciones que nos aplicaron, de lo que se esperaba de nosotros, los roles que nos asignaron y lo que se nos reforzaba. Influyen pues los mandatos familiares, el lugar que quedaba para nosotros en la familia y en los grupos en los que nos desarrollamos, y el espacio que hay, en los distintos ámbitos sociales donde experimentamos el proceso de socialización, para la intimidad, para el sostén afectivo que guíe una maduración emocional equilibrada y la responsabilidad afectiva mutua.

Según la relación que establecieras con tus figuras de apego (padres u otros familiares) así mismo habrás adquirido un estilo de apego que llevas, por defecto, a las relaciones de pareja, sobre todo arrastras las carencias en tanto no las subsanas.

Heridas emocionales no sanadas

No parece fácil que hayamos aprendido a ser compañeros afectivos dado que hasta ahora en la evolución humana la atención a las emociones y al campo afectivo ha sido considerado un lujo al que sólo unos pocos podían acceder alcanzado un progreso y estabilidad económicas. Sin embargo, ignorar las emociones también interfiere en nuestra capacidad para desarrollarnos en otras áreas, incluida la económica.

Si no sentiste que podías contar con sostén emocional en la infancia es difícil que tú mismo les des espacio a las emociones y las atiendas. Y si afectivamente no sentías intimidad y cercanía segura con alguien, no lo has adquirido para darlo. Pero eso no quiere decir que no lo puedas solucionar y que haya necesidad de culpar a alguien, porque seguramente tampoco ellos lo tuvieron para darlo. Lo único que quiere decir eso es que seguimos evolucionando, aprendiendo y ahora tú puedes ser la persona adulta que necesitabas en tu desarrollo.

¿Cómo identificar las relaciones tóxicas?

Las relaciones tóxicas o insanas pueden reconocerse por los siguientes aspectos:

  • Sentimentalismo intenso con tendencia al drama.
  • Necesitarse permanente; necesidad de estar todo el rato juntos.
  • Ansiedad ante la distancia o la separación.
  • Sentimiento de vacío o carencia sin la otra persona.
  • Identificación con el otro al punto de perderse en el otro y llegar a una indiferenciación (pensamos igual, vemos las cosas igual, etc).
  • Falta de espacios separados o el desorden en esto.
  • Necesidad de «salvar» al otro.
  • Comportamientos posesivos de control, manipulación, o celos.
  • Victimismo o responsabilización completa del otro, que tiene el peligro de que en este punto no te haces cargo del papel que puedes jugar tú y no tomas una solución.

Cualquiera de estos aspectos sería una señal de alarma que indica la necesidad de revisar la relación.

Tipos de relaciones tóxicas más comunes

Relaciones de dependencia emocional

Entre los patrones disfuncionales aprendidos, encontramos la dependencia emocional que habitualmente comporta dos caras de la misma moneda: La persona dependiente y la persona codependiente. En ambas encontramos un vacío sin la otra persona, baja autoestima y heridas emocionales de la infancia sin sanar. Según el Instituto Europeo de Psicología Positiva significa llenar tus vacíos afectivos y carencias emocionales con otra persona que pasa a ocupar un lugar central en la satisfacción de tus necesidades.

Específicamente en la persona dependiente aparecerá más el sentimiento de insuficiencia, de falta de capacidad, de estar desvalida, la demanda de asistencia, y el victimismo o la responsabilización constante de la otra persona, como si necesitara que alguien se hiciera cargo de él o ella. Mientras que en la codependiente aparecerá una necesidad de valoración por la otra persona, de sentirse necesitada, de asistir o «salvar» a la otra persona sin entender que sólo la otra persona puede salvarse a sí misma.

A una persona se la convierte en dependiente cuando al ayudarla ambas partes (parte ayudada y parte ayudadora) empiezan a reforzar el miedo o la creencia de que la parte ayudada no puede por sí misma trabando su desenvolvimiento para una autonomía y autorregulación propia, y además se genera una ansiedad de separación mutua en la creencia de que entonces esa persona necesita permanente la intervención de la ayudadora y que la ayudadora se tiene que hacer cargo de ella.

Es tan dañino para la parte ayudada como para la ayudadora pues refuerza las creencias limitantes los miedos y la ansiedad y restringe el aprendizaje de estrategias, recursos y habilidades.

El comportamiento dependiente se aprende en la infancia como resultado de una sobreprotección por ansiedad de separación, por atribuciones que recibe la persona dependiente de que ella sola no puede, a veces por situaciones de dependencia física, adicciones, o discapacidad, y también por patrones inconsistentes de crianza en que periodos de ausencia o distanciamiento se compensan con sobreprotección o periodos como de luna de miel.

Cuando se reconoce esto, es claro, entonces, que no se puede tratar de una relación de amor sino de necesidad, y que no puede recibir el nombre de “relación de pareja” propiamente dicha. Pero experimentar estas relaciones hasta aprender suele ser nuestra forma de crecer, por la experiencia. Nuestro inconsciente va buscando re-experimentar en la pareja lo que aún no ha sanado o comprendido del todo.

Pareja caminando juntos con sonrisas, simbolizando una relación sana basada en el amor y la comunicación.

Relaciones tóxicas adictivas

Además de la dependencia emocional pueden añadirse notas más peligrosas como el abuso puntual o el maltrato sistemático a través de manipulación con engaños, coerción, chantaje emocional, devaluación, control, etc., o negligencia afectiva, como el ghosting.

La persona que recibe el maltrato se va viendo paulatinamente anulada y presa del componente adictivo que viene del mecanismo cíclico. La persona se vincula emocionalmente con alguien que le da picos de intensidad emocional (placer, conexión), seguidos de dolor o rechazo que resuenan con sus heridas emocionales infantiles con las que se siente identificada, por lo que no percibe que pueda escapar a eso.

Relaciones tóxicas de amistad

La dependencia emocional, a la que puede vérsele añadida el abuso, maltrato y negligencia emocional, también podemos encontrarla en relaciones de amistad, especialmente en este tipo de relaciones exclusivas que suelen llamarse «mejor amiga/o». Igualmente pueden darse celos, chantaje, manipulación, competencia encubierta, dependencia, adicción o falta de control, y encontraremos las señales descritas de necesitarse, tendencia al drama, a la indiferenciación, a la falta de espacios separados, etc.

Codependencia o relación de ayuda

El esquema de asistir permanentemente a la persona que se muestra desvalida o dependiente tampoco puede considerarse válido en las relaciones en general pues tiene poco de libertad y de equilibrio. Incluso en una relación de ayuda para que sea verdaderamente de ayuda, requiere:

  1. Que la persona que va a recibir ayuda esté en condiciones de asumir la ayuda, es decir, pida o esté dispuesto a que se le ayude y se sitúe en una posición de adulto y no en una posición infantil de reclamo.
  2. Que la ayuda se enfoque a lo que la persona realmente necesita y sólo si lo necesita y no puede hacerlo por sí misma.
  3. Que realmente tengamos eso que la otra persona necesita como lo necesita para dárselo y estemos realmente disponibles libremente sin reclamo por nuestra parte.
  4. Que se enfoque en activar los propios recursos de la persona como un apoyo a la iniciativa y protagonismo de la persona en su propia vida. Solo la propia persona puede saber cómo quiere vivir su vida asumiendo las contrapartidas.
  5. Respetar a la persona ayudada dándole un buen lugar: Reconocer y honrar las circunstancias (incluidas todas sus señas de identidad como su familia y legado) y el camino de vida de la persona como desafíos para su crecimiento; detrás de toda gran persona hay un gran desafío que está a su altura. Confiar en el camino de la propia persona y ver su fortaleza y grandeza para asumir los retos de su propia vida.

Amor o dependencia emocional

El amor verdadero nace de la plenitud y la libertad, no de la necesidad.
Cuando buscamos hacia afuera desde la carencia, el amor se convierte en necesidad, y por ende, en dependencia: buscamos que nos completen, nos salven o nos den lo que no nos damos a nosotros mismos.

El libre albedrío sólo puede darse cuando somos conscientes de por qué hacemos las cosas y de todas las influencias o conflictos inconscientes que nos hacen simplemente reaccionar a su merced.

En momentos de conexión plena, en los que nos sentimos uno con la vida, comprendemos que la carencia no es real: es una ilusión transitoria.

En la medida que una persona aprende a amarse por sí misma, su amor empieza a ser realmente amor, amor verdadero, libre de necesidad o dependencia.
Y no tienes que hacer nada para que te amen porque ya te das amor. Dejamos de pedir amor; simplemente lo compartimos.

Comprendes entonces que nadie te abandonó ni te abandona porque somos personas completas y plenas.
La única carencia es la que nos causamos no amándonos. Por lo cual, esta pretendida carencia nunca puede ser llenada o alcanzada tratando de cubrirla con el amor de otra persona.
Nunca será suficiente y siempre seguiremos sintiendo la misma carencia primigenia: la de haber creído que no nos amaron y que no éramos personas merecedoras de amor.

La experiencia de abandono la construimos sobre la mentira que nos han legado de separación y de falta de plenitud.
Piénsalo por un momento:
¿Y si en realidad no necesitamos sentirnos amados por otra persona sino por una misma?
No dependemos de nada ni de nadie, ¿y cómo podría ser la libertad si no?

De la misma manera que el amor no es necesidad o dependencia, tampoco es hacerse cargo de la otra persona, porque le estás vendiendo a la otra persona la misma falsa idea de que te necesita o depende de ti; flaco favor.

Cuando amas con amor libre y verdadero, crees en la otra persona y la animas y apoyas a seguir su propio camino, te guste o no; que no viene al caso si te gusta.
Lo que le deseas es que sea ella misma porque no hay ninguna otra manera de verla bien y feliz, de verla plena: lo que es.

Pareja hablando cara a cara, con espacio físico entre ellos, representando el establecimiento de límites saludables en una relación.

Cómo sanar las relaciones de pareja

Sanar y fortalecer tu relación contigo

El primer paso es mirar hacia dentro.
El foco debe estar en aprender a amarnos, reconocernos como seres completos y dejar de proyectar en la pareja la responsabilidad de nuestra felicidad.
Sólo cuando sanamos internamente podemos amar desde la libertad, sin necesitar que el otro llene vacíos que sólo nosotros podemos llenar.

Sanar las relaciones de pareja y no caer en general en relaciones insanas con las amistades o familiares pasa por comprender y sanar lo que pasamos en la infancia, reparar la sensación de vacío, superar heridas, mejorar las relaciones con nuestros padres, e interiorizar un padre y madre internos a través de los cuales cuidarnos, apoyarnos y autorregular nuestros estados emocionales.

Establecer límites saludables

Es esencial conocerse y hacerse cargo de uno/a mismo/a, para no perderse en la relación o en la otra persona, y establecer el lugar de cada quien, el propio espacio y el autorespeto.
Así, de esta manera, aprender a decir “no”, a poner límites claros que nos respeten a ambas partes.

Los límites no son barreras, sino puentes hacia relaciones de seguridad y confianza, relaciones más conscientes y equilibradas.

Trabajar en la autoestima y la comunicación

Sanar la autoestima implica aprender a validarnos por nosotros mismos, ser nuestros propios salvadores, rescatando todo lo que se fue quedando de nosotros mismos por el camino, y dejar de esperar que otros nos validen.
No se trata de encontrar a quien te salve, sino de ser tú tu propio refugio y compartir ese amor con quien también aprenda a amarse a sí mismo.

También es fundamental aprender a comunicar tu parte, cómo lo vives tú sin juzgar, de forma honesta, respetuosa y responsable, sin culpas ni silencios tóxicos.

Buscar ayuda profesional

Todo esto no siempre es fácil pero sólo entonces podemos establecer vínculos afectivos saludables y libres. Que no sea fácil no quiere decir que no sea posible.

Si quieres dar ese paso hacia tu bienestar emocional y aprender a relacionarte desde el amor y no desde la necesidad, puedes contar con ayuda profesional que te acompañe a revisar el pasado, ordenar el presente y construir un futuro desde la conciencia. Un terapeuta puede ayudarte a ver tus patrones y a transformarlos.

¿Y si en realidad no necesitamos sentirnos amados por otra persona sino por una misma? No dependemos de nada ni de nadie, ¿y cómo podría ser la libertad si no?

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Marga Camba

Margarita Camba Fontevedra, es una polifacética psicóloga colegiada con el nº CL 03920 que desde un pequeño pueblo del Bierzo en el que vive, acude a domicilios de toda la comarca y adyacentes, atendiendo a personas de todas las edades con diferentes problemas.

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