PSICOLOGÍA POSITIVA: ALGO MÁS QUE PENSAMIENTO POSITIVO

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La psicología positiva no trata de negar el dolor ni de pensar en rosa.
Se trata de ver con lucidez, con conciencia y con compromiso con la vida. También implica la capacidad de apreciar lo esencial, desarrollar resiliencia y mantener una esperanza activa. Es darle sentido a lo que ocurre y crecer a partir de ello. Todo le sirve a la conciencia.

La Psicología Positiva es un marco serio y transformador que propone estudiar cómo podemos vivir mejor, no negando la dificultad, sino integrándola con los recursos que nos ayudan a trascenderla.
En última instancia, es un compromiso con el crecimiento humano, el autoconocimiento y la construcción de una vida con sentido.

Más allá del cuento de la lechera

El pensamiento realmente positivo no consiste en crearse un cuento donde todo sale como uno cree que desea, ni en pensar que todo tiene que ir de una determinada manera para que te valga.

Muy al contrario, se trata de servirse de la inteligencia para disfrutar de la vida con lo que trae, que puede ser mucho mejor de lo que podíamos imaginar, porque es la vida la que nos va mostrando el camino.

El pensamiento positivo va más allá del juicio automático que nos hace etiquetar las cosas como buenas o malas. Consiste en colocar las situaciones en su sitio, darles sentido y transformarlas en una oportunidad de crecimiento.

Porque, al final, no es lo que sucede, sino cómo tomo o qué hago con lo que sucede. Lo que cuenta es la intención positiva que aporta dirección y ayuda a sostener la atención para mantener un hilo conductor que dé sentido, que nos lleve hacia un aprendizaje y una comprensión mayor de las cosas tal como son.

¿Qué es realmente la Psicología positiva?

A menudo se confunde la Psicología Positiva con el pensamiento positivo, cuando en realidad se trata de conceptos distintos. La Psicología Positiva no es simple optimismo ni evitar emociones negativas.

Este enfoque nace como una reacción complementaria al modelo tradicional de la psicología, que se centra exclusivamente en las carencias o disfunciones, como trastornos, y en cómo aliviar síntomas o corregir déficits. En lugar de enfocarse únicamente en lo que va mal, la Psicología Positiva propone estudiar las fortalezas humanas, los recursos internos y las condiciones que permiten a las personas funcionar de manera óptima.

No se trata de ignorar el sufrimiento, sino de ampliar la mirada para incluir también aquello que nos fortalece, impulsa y permite florecer. Es una invitación a pasar del simple “no estar mal”, al desarrollo pleno de nuestro potencial como seres humanos.

Para ello, estudia fenómenos como la resiliencia, la esperanza, el sentido vital, la implicación en los vínculos afectivos, la motivación intrínseca y la experiencia de flujo, entre otros. Estos elementos se investigan con rigurosidad científica, a través de estudios longitudinales y análisis de historias de vida, para entender cómo contribuyen al bienestar y a una vida significativa.

Desde el Instituto Europeo de Psicología Positiva se alerta sobre el uso superficial del término, especialmente en medios digitales, donde muchas veces se asocia erróneamente la Psicología Positiva con simples recetas de optimismo o pensamiento mágico. Esta versión comercial puede resultar atractiva por su inmediatez, pero no refleja la profundidad ni la base científica de este enfoque.

Cuando pensamos en personas felices, solemos imaginar biografías llenas de momentos afortunados, logros y relaciones plenas. Sin embargo, varios estudios sobre felicidad han revelado que las personas que se consideran realmente felices no han estado exentas de dolor, pérdida o dificultad.

Estudiando la felicidad

Al contrario, muchas de ellas han atravesado experiencias vitales especialmente duras —como guerras, enfermedades, accidentes o duelos— que, lejos de quebrarlas, parecen haber fortalecido su capacidad de disfrute, su gratitud y su sentido de la vida.

Lejos de la idea de que la felicidad surge únicamente en contextos ideales, estas investigaciones apuntan a que es precisamente el contacto con la adversidad, lo que permite desarrollar recursos internos como la resiliencia, la esperanza activa, el sentido de propósito o la capacidad de apreciar lo esencial.

Estas personas no niegan el dolor, pero han aprendido a integrarlo, resignificarlo y usarlo como impulso para crecer. En lugar de quedar atrapadas en el sufrimiento, lo han convertido en motor para una conexión más profunda con la vida.

Una constante en estos estudios es que la capacidad de disfrute no es un don con el que se nace, sino una habilidad que se cultiva en el proceso de asumir frustraciones, afrontar desafíos y aprender a situar la atención en lo que sí hay, en lo que aún es posible.

Esta forma de ver la vida no surge del pensamiento mágico, sino de una actitud madura y profunda que pone el foco en la vivencia plena del presente, en la apreciación de cada pieza del puzzle vital, incluso aquellas que parecen no encajar al principio.

La felicidad, desde este enfoque, no se entiende como un estado permanente o una meta a alcanzar, sino como una práctica vital: la actitud dispuesta a implicarse con la vida y apreciarla, a encontrar sentido y a dejarse inspirar.

Crecimiento postraumático (PTG): Resiliencia

El fenómeno conocido como crecimiento postraumático se refiere a los cambios positivos que ocurren tras experiencias traumáticas.

El trabajo de George Bonanno demostró que, tras eventos traumáticos —como la pérdida de un ser querido o experiencias militares—, la respuesta más común no es el sufrimiento crónico, sino la resiliencia natural: la capacidad de mantener un funcionamiento emocional y físico adaptativo.

Esto sugiere que el trauma no solo tiene consecuencias negativas, sino que también puede ser semilla de desarrollo humano. En realidad, ampliar la conciencia nunca es gratuito, sino que conlleva un coste. Las personas que han generado conciencia sobre situaciones sociales, ambientales, etc., a menudo lo han hecho a través de vivencias muy duras.

Eso deriva en una inteligencia sensible que comprende más profundamente la vida. Lo que en un tiempo fue un costo, luego se convierte en un haber, y de alguna manera en un patrimonio, frecuentemente un patrimonio humano que puede servir a cualquier ser humano:

“Lo que el espíritu del hombre ganó para el espíritu del hombre es patrimonio nuestro”, en palabras de Luis Cernuda.

Un estudio longitudinal del Health and Retirement Study en EE.UU. siguió durante 12 años a más de 10.500 personas mayores de 66 años y descubrió que aquellas con puntuación alta en resiliencia psicológica tenían un 53 % menos de riesgo de fallecer durante ese período. La resiliencia incluyó cualidades como la perseverancia, calma, sentido de propósito y autoconfianza.

Aaron Antonovsky descubrió que las personas resilientes han aprendido a percibir la vida como:

  • Comprensible
  • Manejable
  • Significativa

Estas claves definen tanto la salud psíquica como el crecimiento personal.

Un presente integrado

Estos hallazgos apuntan a que la felicidad no es un estado constante ni una recompensa fácil, sino un proceso activo, una actitud que colorea la experiencia.

Supone la capacidad de recogerse y recomponerse tras el dolor, de extraer sentido de las dificultades, haciendo que la experiencia del pasado sirva para apreciar el presente y alumbrar una visión mayor hacia el futuro.

Los elementos no tienen significado en sí mismos; se lo atribuimos desde la conciencia.

El presente es un puzle de infinitas piezas que conecta cuestiones no resueltas o aprendizajes del pasado con respuestas o actualizaciones en proceso. Y el “regalo” que significa “presente” está en valorar cómo encaja cada una y disfrutar el juego, el juego que hacen las piezas entre ellas.

Todo depende del sentido que le otorgue la conciencia y a la conciencia responde. Todo se aviene cuando hace acto de “presencia” la conciencia (pues somos algo más que cuerpo, emociones y mente).

Reconocen a su dueña: la conciencia es la que obra los milagros de crear porque en cuanto dice “yo soy, yo puedo”, a su paso se abren los caminos para llevarlo a efecto.

La conciencia creadora siempre ha estado ahí, porque aunque tú no te hayas dado cuenta, el mundo que ves lo has creado tú, y así se han abierto los caminos que, sin querer o queriendo, has enfocado.

La adicción al drama

Es conocido en el mundo del teatro la preferencia del ser humano por el drama; es más fácil enganchar al público con un drama que con una comedia. Como si el ser humano estuviera inclinado a mirar hacia lo trágico, atraído por el resplandor de lo fatal.

Es más fácil que el público se meta, disfrute y colabore en el drama, que el que se ría o disfrute con una comedia.

Y así como tenemos el “cuento de la lechera”, solemos montarnos el “anti-cuento”, colocándonos en lo peor. Este hábito mental arrastra la atención y, con ella, la experiencia hacia ahí.

Algunas corrientes lo vinculan al instinto de muerte (thanatos), que encontramos en algunos casos, quizás de la mano de vínculos o lealtades, como si cargar con culpas antiguas, a veces heredadas, nos hiciera sentir más “correctos” que vivir con libertad.

¿Qué decanta la balanza entre implicarse con la vida o rendirse al sufrimiento baldío? Quizás la cuestión se dirima en cómo fue la primera experiencia de vivir (“la original”) y que significó. Aún estás a tiempo de re-significarlo ahora conscientemente, ya que posiblemente sólo fue “la equivocación original” en tu interpretación o la de otras personas.

Las ganas de vivir se construyen

Las ganas de vivir no son simplemente una forma de pensar; sin embargo, la manera en que pensamos influye y retroalimenta tanto las ganas de vivir como las ganas de rendirse o morir. En ese discurso estructural que mantiene nuestro pensamiento, podemos rastrear las pistas de las ganas de implicarse con la vida, o si, por el contrario, nos dejamos arrastrar hacia lo baldío, lo podrido o lo muerto.

Frecuentemente, la implicación con el drama se acompaña de pensamientos que niegan nuestra valía: sentir que “no puedo” o “no valgo”, que se extienden hasta creer que nada tiene sentido o valor. El pensamiento sólo sirve a una intención o a la otra. Y si piensas que no vales estás tan en lo cierto como si piensas que vales, también estás en lo cierto. En última instancia, eres tú quien decide qué realidad eliges construir con tu pensamiento y tu actitud.

A pesar de las dificultades y las dudas, las ganas de vivir suelen encontrar aliados y sostén a su paso. Esta fuerza muchas veces no es algo que debamos generar desde cero, sino que nos llega por la corriente constante del río de la vida, que se renueva sin cesar. Viene de nuestras raíces profundas, de las memorias biológicas y personales de superación, de la herencia de nuestros ancestros y de la hermandad humana, que a lo largo de la historia ha conquistado espacios de libertad, solidaridad y esperanza. Por la naturaleza, desbordante de energía, por este planeta prodigioso en un cosmos del que formamos parte.

Si hasta ahora no mereció la pena, tú puedes hacer que merezca la pena; escucha la llamada, sigue tu inspiración y desoye el resto. La grandeza está dentro de tu interior. La respuesta siempre es crecer con la fuerza interior haciendo equipo con la vida.

El verdadero empoderamiento: ¿Depende de ti tener un buen día?

Vamos despacio, paso a paso, desde el lugar en el que realmente estamos. Como se explicó en el artículo anterior de este blog, la atención es el volante de nuestra experiencia: donde pongamos nuestra mirada y enfoque, allí irá nuestra vida. Por eso, puede ser de gran ayuda tener una intención clara para el día, algo sencillo pero poderoso, como por ejemplo: “Hoy quiero disfrutar de mi día” o “Voy a intentar ver qué aprendizaje puedo sacar de cada situación.”

Pero aquí no se trata de seguir un rígido “programa de fiestas” ni de controlar cada detalle para que todo salga perfecto. No es cuestión de forzar o estar pendiente de que nada falle, sino más bien de abrirnos con inteligencia y actitud al presente. Es abrirnos a la experiencia con curiosidad, a aprender de lo que venga y a sacar el máximo jugo incluso de aquello que no esperábamos. Preguntarnos: “¿Qué me quiere enseñar esto que está pasando?” . La atención sostenida y consciente nos da dirección y sentido en medio de la aparente incertidumbre.

¿Depende de ti tener un buen día? En gran medida, sí. Eso es empoderamiento y responsabilidad, o dicho de otro modo, la capacidad de respuesta que tienes ante la vida y sus circunstancias. Pero esto no quiere decir que debas cargar con todo el peso del mundo sobre tus hombros, ni asumir responsabilidades que no te corresponden. Se trata de asumir y cuidar lo que sí está en tus manos, sabiendo que eso es suficiente y valioso.

La clave está en implicarte con la vida desde lo que te toca, valorando y apreciando lo que haces y formando equipo con tu día, sin lucha ni resistencia. En ese sentido, el pensamiento realmente positivo no es una negación de lo que duele o de lo difícil, sino una manera profunda de abrirse, de no juzgar las cosas y de apreciarlas desde una mirada que está teñida de nuestras ganas, nuestra presencia y nuestro compromiso.

Es un acto de entrega consciente que nos conecta con la vida, nos permite encontrar sentido incluso en lo más cotidiano y nos ayuda a construir día a día un bienestar auténtico.

FIDELIDAD
Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.

Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.(…)

Blas de Otero

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Marga Camba

Margarita Camba Fontevedra, es una polifacética psicóloga colegiada con el nº CL 03920 que desde un pequeño pueblo del Bierzo en el que vive, acude a domicilios de toda la comarca y adyacentes, atendiendo a personas de todas las edades con diferentes problemas.

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